Está claro que la falta de agua es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la humanidad para las próximas décadas. Por este motivo los científicos investigan formas de revertir la situación de alguna manera. Una de las propuestas en las que se viene investigando es lo que se conoce como siembra de nubes.

La siembra de nubes es una manipulación del clima y su objetivo es cambiar la cantidad o el tipo de lluvia que se produce en condiciones normales, mediante el uso y dispersión de sustancias en el aire que alteran los procesos naturales en la generación de lluvia. Las sustancias más utilizadas para este proceso son el yoduro de plata y el hielo seco. No constituye una solución a las sequías ya que no es capaz de provocar lluvia donde no hay nubes ni generarlas de la nada. Lo que sí pretende es modificar las condiciones de las mismas.

La falta de agua es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad

Aunque puede parecer algo de los últimos años, los primeros experimentos de modificación del clima datan de 1903. Sin embargo, en esta dilatadísima historia de las investigaciones, la eficacia real no parece estar excesivamente clara y hay muchas discrepancias al respecto. Algunos investigadores hablan de importantes incrementos, como por ejemplo el aumento de las nevadas en Australia en un 14 por ciento. Pero también hay un amplio número de científicos que consideran que el impacto de la siembra de nubes puede no ser para tanto. Y es que, entre otros aspectos, es importante valorar que no hay posibilidad real y cuantificable de conocer cuáles hubieran sido las condiciones meteorológicas que se hubieran observado en caso de no producirse la siembra de nubes. Por lo tanto, ¿cómo saber a ciencia cierta la repercusión global de estos experimentos?

Una de las aristas de esta tecnología es el impacto que produce sobre el medio ambiente y la salud. En un principio, parece que el yoduro de plata podría causar incapacidad temporal o posibles daños a humanos y mamíferos. Pero, por otro lado, existen estudios que muestran un impacto insignificante. Una polémica más en la que hay numerosos afines, pero también hay numerosos negacionistas.

Es difícil calibrar el verdadero impacto que tiene la siembra de nubes sobre el clima

En cualquier caso, son muchos los países que están desarrollando proyectos de este tipo. Por poner un ejemplo, en los últimos días, Arabia Saudí anunciaba una operación en dos fases, enfocada en algunos de los lugares más poblados de su geografía: la primera, en las regiones de Riad, Qassim y Hail, y la segunda, que se extenderá a las áreas de Asir, Al-Baha y Taif, próximas al Mar Rojo.

Sin embargo, es China el país que desarrolla un mayor plan de siembra de nubes, considerando que ésta sí tiene un impacto real en el aumento de la cantidad de lluvia recogida en las regiones más secas. Un asunto que incluso ha ocasionado conflictos entre diferentes regiones que, curiosamente, se acusan de robarse lluvia. En total, son más de 50 países en el mundo los que realizan experimentos de modificación del clima.

También España participa de estos experimentos. Por ejemplo, en la Laguna de Gallocanta, en Aragón, la siembra de nubes se viene realizando desde hace medio siglo con el objetivo de disminuir el tamaño del granizo para evitar que dañe los cultivos. El problema de este asunto es que hablamos de intervenciones costosas en términos económicos. El presupuesto del Consorcio para la lucha antigranizo de Aragón alcanzó los cientos de miles de euros en un año, salidos de las arcas públicas. Y claro, volviendo sobre lo comentado anteriormente, si no está demostrada la eficacia de estos métodos, quizá estamos ante un importante despilfarro de dinero público que bien podría ir destinado a otros fines.

La conclusión es clara: ¿merece la pena gastar en algo que desconocemos si funciona?