Por Nubbitel
junio 17, 2022
¿Os acordáis de cuando nos comunicábamos a través de las palomas mensajeras? Pues no, yo tampoco. No pienses que estas líneas las escribe un señor de cientos de años llamado Matusalén. Simplemente, quería comenzar mi relato de hoy poniendo un antecedente extremo. Esta reflexión parte de nuestro gusto por el progreso de la ciencia, porque pensamos que la tecnología es algo maravilloso y la forma en las que, a través de los años, se han ido eliminando todas las barreras comunicativas, gracias a los desarrollos tecnológicos, nos ha posibilitado una comunicación global e instantánea. Sí, y esto es un claro avance en la humanidad. Pero ahora llegamos al uso que damos a estas nuevas tecnologías y… quizá por ahí nos queda un poco más de trecho. Me explico:
Cualquiera que esté familiarizado con las redes sociales puede comprobar que los debates sobre cualquier tema, humano o divino, forman parte importante de la interacción habitual entre muchos de los presentes, algo que, a priori, puede ser muy interesante. Porque uno de los caminos para el progreso de la humanidad es ese: debatir, intercambiar opiniones, llegar a conclusiones… Pero no, no me he caído del guindo. Las redes sociales están llenas de debates con poco fundamento, menos conocimiento y, lo peor, plagados de faltas de respeto e insultos.
Pues en Japón, esto se va a acabar. O si no se acaba, por lo menos no va a salir “barato”. Y es que esta semana el parlamento japonés ha aprobado un proyecto de ley por el cual se endurecerán los castigos por los insultos online. Hasta el momento, no había sido gratis, desde luego. La condena podía suponer 30 días de prisión o multa de 10 mil yenes (unos 70 €) pero ahora va a darse un salto importante en la contundencia de esos castigos: un año de cárcel y 300 mil yenes (algo más de 2100 €).
Este es el destino al que se dirigen los que insultan en las redes, al menos en Japón. ¿Le seguirán otros?
Esta medida viene precedida de polémica. De hecho, durante el debate parlamentario, la oposición señaló que la ley serviría para limitar la libertad de expresión y limitaría, además, las críticas al gobierno nipón. Sin embargo, tras aceptar los legisladores incluir una disposición final para revisar la ley y valorar su impacto en la libertad de expresión en un plazo de tres años, finalmente, fue aprobada.
Endurecer las penas en este tipo de delitos era un compromiso que los altos funcionarios del gobierno japonés se comprometieron a abordar hace casi dos años, a raíz de la muerte de la luchadora Hana Kimura, conocida participante en el reality Terrace House de Netflix, que durante años fue sometida al acoso a través de las redes sociales. Esta situación la condujo a una depresión que, tristemente, desembocó en el suicidio.
Esto en nuestro país no nos suena a nuevo. De hecho, el ciberbullying se ha cobrado unas cuantas vidas, sobre todo de nuestros jóvenes, que no son capaces de soportar la presión a la que se ven sometidos. No es un problema menor. Según el Primer Informe Mundial del Bullying realizado por la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, 7 de cada 10 niños sufren cada día algún tipo de acoso y ciberacoso en España. Y es curioso que la pandemia, al haber desplazado temporalmente a los pequeños a estudiar desde casa a través del entorno digital, también ha desplazado el acoso al mismo entorno. En cualquier caso, este es un tema que retomaremos en próximas ocasiones porque consideramos que requiere un importante espacio para aportar diferentes puntos de vista y, sobre todo, posibles soluciones.
La luchadora nipona Hana Kimura no pudo soportar la presión y el acoso a través de las redes.
Y es que, desde luego, estamos hablando de una realidad atroz a la que hay que poner solución. Quizá Japón esté marcando un camino a seguir por el resto del mundo. Lo que ocurre es que el problema es la despreciable condición de los que gustan de acosar e insultar y eso, en muchas ocasiones, no se frena con represalias, aunque un incremento en la dureza de las mismas hará que más de uno se lo piense. La clave, como en casi todos los males de este mundo, estará en la educación, en los valores que seamos capaces de inculcar a las nuevas generaciones. Unas nuevas generaciones que, en ningún caso, contemplen el acoso o el insulto como forma lícita de actuar.
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